La meditación es simple si la hacemos simple y puede ser muy complicada y difícil si la hacemos complicada y difícil. Por ejemplo, podemos pensar la meditación en tres pasos y luego practicarlos uno por uno.
La disciplina de meditar
Esta es la parte del camino que nos conecta con las condiciones de la meditación: nuestra predisposición, nuestra necesidad, también nuestra vocación. Allí nos preguntamos si queremos meditar porque seguramente en el camino van a surgir dificultades y necesitamos permanecer para entrar en la meditación. Necesitamos constancia y perseverancia, por eso este primer paso tiene que ver con la disciplina. Una vez que esto está presente entonces vamos a sentarnos, vamos a elegir si con los ojos abiertos o cerrados, si frente al mar o en la habitación…
Desidentificarnos
Esta parte va a resultarnos un poco difícil. Es sencillo y simple pero no es fácil. Es cuando aprendemos a tomar distancia de los pensamientos y a dejar de verlos como si fuésemos nosotros mismos. A los pensamientos, a las emociones y a todo el “material” que surja en la mente. No somos todo eso. También están allí los hábitos y esquemas mentales. De todo esto nos tenemos que “separar” pero sin hostilidad porque de lo contrario, menos distancia tomamos de todo ello. Por eso es difícil esta etapa porque se trata más de desaprender que de aprender algo nuevo. Se trata de reconocer el espacio que va haciéndose en la mente cuando aprendemos a estar a solas con uno mismo. Porque estamos llenos de “atajos” y distracciones… y cuando nos libramos de todo ello estamos aprendiendo a estar a solas con uno mismo.
La expansión
Cuando estamos a solas con uno mismo hemos aprendido a eliminar lo que se interpone entre uno y uno mismo y entre uno y los demás. La experiencia final no es de aislamiento en uno mismo sino de conexión y por tanto de conexión con todo y con todos. Este es un proceso de comprensión, pues salir al encuentro de los demás es intentar comprender el sufrimiento y descubrir las formas de aliviarlo y eliminarlo. En la expansión hemos comprendido la raíz de nuestro sufrimiento y ha comenzado a despertar la compasión que nos impulsa a colaborar en eliminar las causas del sufrimiento porque descubrimos que no hay sufrimiento propio y ajeno, sino tan solo sufrimiento.
La alegría de pisar sobre mis pies.
El camino es largo pero se hace
a piedra y río y brisa que refresca
y otra vez piedra tal vez.
Solo mirar a los ojos a la vida
a los ojos de la vida y preguntarnos
qué
hay
de
mi.
Ya amanece y el sol entra por la ventana
por un pequeño espacio
se cuela la luz.
Pronto será el canto de aves
y otra vez mis pies estarán en el camino.
A paso lento y rápido, cansados, andando
mis pies, tu bien, por el camino.
