“Porque tú en mí, y yo en ti, juntos, somos una persona no dividida”
(Antigua homilía para el Sábado Santo. Breviario Romano)
En la luna llena de julio, cada año, la tradición India celebra Guru Purnima, la luna llena de julio que recuerda al Maestro Espiritual. En la tradición India a Vyasa, quien escribió importantes textos religiosos y acabó la obra del Mahabaratha que relata la epopeya Aria. Pero desde entonces, cientos de años antes de que marcáramos nuestro año “0”, la fecha ha servido además para tener presentes a todos los maestros universales, a todos quienes han disipado la oscuridad en nuestra oscura noche de desconocimiento e ignorancia y nos iluminaron el camino que vamos andando. Pues de eso se trata la presencia viva del Gurú en nuestro caminar, no de hacer el camino por nosotros sino de ir iluminando nuestros pasos. El Gurú, como la luna, refleja vivamente la luz del Ser. Por amor nos alumbra y nos sigue en el camino como la luna parece seguirnos cuando caminamos a su luz.
La relación con el Gurú, tantas veces mal vista como de competencia, de injerencia o de intromisión, es una relación de amor pues su presencia a lo largo del camino nos redime de los errores que cometemos y nos previene de los que podamos cometer y nos vuelve a redimir una y otra vez, tantas como sea necesario…pues es un gurú quien sirve, quien está sentado al último lugar en la fiesta espiritual donde todos nos servimos y disfrutamos de la bienaventuranza que provee el Espíritu. Él nos llama por nuestro nombre, nos susurra al oído las palabras que necesitamos oír y acude rápidamente a nuestro llamado.
Así puede llegar a ser nuestra relación con el Gurú: de amistad espiritual. Una amistad viva, atemporal, que viene desde la eternidad y toca nuestro corazón, centro de la realidad en la que somos uno con El. Por eso no es necesario que el Gurú nos hable, no es necesario que respondamos a sus preguntas siquiera…al verlo a Él no estamos viendo a nosotros mismos en esa profundidad a donde nuestro ego no puede llegar. Él nos dice en sus actos amorosos, en sus palabras compasivas y llenas de Espíritu que la misma realidad que vive en Él, también está presente en nosotros.
Un sabio Sufí dice en un bello poema:
“Soy aquél a quien amo
Y el que amo es yo.
Somos dos espíritus que moran en el mismo cuerpo.
Cuando me ves,
A Él lo ves. Y si lo ves, nos ves a ambos.”
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