No siempre tengo el vigor de navegar
contra la corriente. Esa es mi condena.
Yo mismo soy mi propio obstáculo,
mis lugares conocidos son mi trampa,
mis costumbres me encandilan.
Yo mismo soy mi mayor dificultad,
es en mi tierra, donde más me persiguen
no las personas sino
mis viejos y muy queridos hábitos
que son como una piedra en el fondo del mar.
Busco la culpa, busco culpables
y no les encuentro más que en vanas ilusiones
tan cercanas a mí.
Es cierto,
cultivo el valor de pasar por entre medio,
practico la disciplina de seguir intentándolo
y aun, ya en el borde de la colina, no caigo.